Parados frente a una pelota “colgada” en algún árbol, que luego de buscarla y explorar por todos lados, algún amigo la encontró apoyada simpáticamente sobre una ramita, allá arriba… ó aquella que quedó tapada y bien abrigada por el rought y antes de verla le pasamos diez veces por encima… ó la que parece moverse en dudoso equilibrio sobre ‘algo’ que la sostiene, antes de desplomarse al agua por una imperceptible brisa… ó cualquier otro escenario donde se generen situaciones que nos hagan dudar en cómo impactarlas, deberíamos pensar por unos segundos en estos 4 pasos secuenciales:
1. Soltemos el palo que tomamos, dejémoslo nuevamente dentro de la bolsa y calmémonos. Es lo que hay…
2. Antes que nada, verifiquemos que esa bola que vemos, efectivamente sea nuestra.
3. Ya seguros de su propiedad, analicemos cuántos golpes necesitaremos para dejarla apoyada sobre un buen ‘lie’ que nos permita volver a impactarla, decentemente digamos…
4. Si de esa estimación surge que –casi seguramente- podríamos incurrir en dos ó más golpes (más multas por moverla, ó romper una rama ó tocar algo del hazard) sólo para dejarla un poco mejor… ni lo dudemos y ahorrémonos problemas: Declarémosla injugable.
Dropemos en un sitio permitido, más confiable y ahí sí, peguemos un tiro neto hacia el hoyo.
Dejémosle la ‘creativa-locura’ a Sergio García ó a Jean Van de Velde (aunque ellos mismos terminen haciendo cosas de locos)
Si las cuentas no fallan, solucionaremos el problema con una mínima carga extra de 2 golpes, una ‘ganga’ si lo comparamos con los 3 ó 4 que hubiéramos sumado por la vía de la ansiedad e insensatez.
Más allá del show personal que decidamos postergar, la idea es prepararnos mentalmente para que esos eventos no nos tomen por sorpresa; que no nos hagan dudar de algo indudable, en sumar golpes innecesarios y retrasar el juego. Pelotas malas habrá siempre, es decir, tiros desventurados que la dejen en posiciones injugables, eso será irremediable, un clásico que nos acompañará hasta cuando seamos scratches.
Entonces cuando la veamos volar –ó arrastrarse- hacia un sitio miserable, vayamos tras la misma con otra predisposición, sabiendo de antemano que en ese hoyo, las cosas no saldrán tan felices como lo planeamos. De esta forma, al encontrarla no le echemos la culpa de nuestros errores, preparémonos para otra oportunidad, más tranquila y analítica. ¿Podremos?
Sabemos que tratar de reparar un error ‘en caliente’ generará otro adicional y peor. ¿No me digan que nunca comprobaron este ‘axioma’ en carne propia…? ¿Cuántas pelotas provisionales siguieron el mismo camino que la original, que se hundió en el agua ó se fue de los límites de la ciudad…? Pretendiendo repetir una y otra vez el mismo tiro, con el mismo palo, sin siquiera respirar profundo, insistiendo como obsesivos.
Esto que escribo me recuerda a la película “Tin Cup” ¿la vieron?. Esa que protagonizó Kevin Costner. Si bien fue calificada de mediocre, para nosotros los golfistas tiene ‘algunos’ pasajes divertidos… se trató de una comedia romántico-deportiva, desarrollada casi toda sobre campos de Golf. De cero a diez, le pondría un 5, pero a pesar de eso entretiene… muestra escenas que representan claramente lo que deseo explicar, sobre todo las relacionadas con la ansiedad y la obsesión desmedida, por lo impulsivos que a veces resultamos ser los golfistas cuando no pensamos y ejecutamos.
El próximo tiro “complicado” que se nos presente, antes de ejecutarlo impensadamente, merecería un breve análisis, más frío y calmo. Creo que si intentamos seguir esos 4 pasos que describí arriba, al terminar el hoyo 18 sumaremos algunos golpes menos.
Probemos, que es gratis y no le quitará nada a nuestro juego, al contrario…
Hasta la próxima.
Marcelo H. Barba